Cortesía de la Casa

Con agradecimiento especial a Natalia Rubio y HATE-LOVE

Y bien, la fecha llegó. Inní, la película que muestra el concierto que Sigur Rós dio en el Alexandra Palace de Londres en 2008 fue proyectada en el Espacio Odeón de Bogotá, y la pregunta que cabe hacerse es, ¿Si aguantó?

A la hora de hablar de Inní, existe la ventaja que es posible hacer una comparación entre esta y Heima, el documental de 2007 que muestra la gira de conciertos que la banda realizó junto a Amiina en Islandia durante el verano de 2006, y no se requiere mucho esfuerzo para ver que ambos filmes se paran en orillas completamente opuestas. El documental de 2007 es un esfuerzo deliberado por mostrar como es el hogar de la banda (No en vano Heima significa ‘En Casa’), mientras que la película de 2001 se concentra exclusivamente en el concierto, con solo unos pequeños fragmentos de entrevistas a la banda y conciertos de sus primeras épocas, que solo sirven para potenciar la atención dada a la presentación de 2008, y aunque no tiene relación, cabe anotar que hasta ayer descubrí que Jón Þór Bírgisson tiene un ojo perezoso.

Musicalmente hablando, Inní es bastante efectivo en su presentación. Quizá conscientes de lo poco accesible a la escucha que puede llegar a ser el material de sus primeros discos, las canciones seleccionadas por la banda y el director Vincent Morriset se concentran en sus tres ultimos trabajos, ( ), Takk… y Með suð í eyrum við spilum endalaust, los cuales presentan un sonido mas digerible y que le permitió al director explotar la principal fortaleza (visualmente hablando) de Inní. La única manera en la que puedo describir la cinematografía de este trabajo es pensando en una película muda de comienzos del siglo XX. Es un fortísimo blanco y negro que crea la impresión que el Alexandra Palace estaba completamente solo a excepción de la banda islandesa, y esa paleta de colores unida al parpadeo de la imágen y las sobreexposiciones de la película le dan un caracter muy distintivo y sugerente. Aunque brillaron por su ausencia temas como Hoppipolla o Glósoli, el setlist de Inní es un setlist representativo del sonido de Sigur Rós en la actualidad, menos etereo que en sus primeros pasos y mas cercano al post-rock, en una vertiente distina a la de bandas como Mogwai o Explosions in the Sky.

Habiendo expuesto todo lo anterior, se puede decir que si. Inní si aguantó. La proyección de la película en varias funciones a lo largo de la noche fue un acierto y que demostró que si hay un público para este tipo de eventos, y lo mas importante, un público para una banda como Sigur Rós.

Siempre ha sido complicado explicar el nombre de esta agrupación. De hecho, lo simpático de su denominación hizo captar mi atención hace varios años, cuando me encontré con uno de sus temas en un compilado de gustos musicales que hicieron las cantantes de Ladytron titulado “Ladytron: Softcore Jukebox”.

!!! (Chk Chk Chk) en Bogotá
Con show previo de Planes (amigo de la casa) y Like Some Cat from Japan.

Miércoles 2 de Noviembre
Teatro METRO (Calle 34 # 13-32)
Bogotá, Colombia.
Organiza Absent Papa
$30.000 para quienes tienen boleta para SOMA
$60.000 para el día del evento.

Allí se encontraba el corte Feel Good Hit of the fall, tema que de inmediato logra causar unos inevitables deseos de fiesta por su mezcla lasciva entre sonidos de la movida disco, dance y post-punk de la Nueva York de inicios de los años 80 (Liquid Liquid, ESG, Delta 5, Talking Heads).

Eso es lo que define a esta innombrable agrupación originaria de Sacramento, California formada a mediados de los 1990 por Nic Offer y Mario Andreoni, quienes se mudaron con su combo a los alrededores de Nueva York para entrar de lleno en la tendencia retro y del presente sin presente que caracterizó a los sonidos de la capital del mundo durante los últimos lustros. (Todo en cabeza del sello discográfico DFA del líder todopoderoso de LCD Soundsystem, James Murphy).

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Como creo que muchos, yo también me alcancé a ilusionar con la idea de un concierto de Sigur Rós en Bogotá este noviembre, aunque la verdad, se me hizo raro tomando en cuenta que la banda está en hiato indefinido desde hace poco mas de un año. Habiendo aclarado la confusión y tomando en cuenta que es una proyección de su álbum/DVD Inni, la pregunta inevitable es: ¿sí aguanta ir?

Es fácil pensar en la proyección que se va a realizar este 12 de noviembre en el Espacio Odeón como una versión glorificada de los videoconciertos que uno tenía que patearse cuando estaba en la universidad, pero la verdad es que va mas allá de eso. En primer lugar, Sigur Rós es una banda que ha recorrido un arco particularmente interesante en los últimos siete años. Su álbum “( )”, aunque ha envejecido bastante bien con el paso del tiempo, en un comienzo corroboró la idea que tenía de la banda como un ruido etéreo e insoportable, opinión que cambió con “Takk…” y que cambió aun mas con “Með suð i eyrum við spilum endalaust”, lanzado en 2008. El concierto que aparece en Inni, grabado en ese año se convierte en una cápsula del tiempo bastante interesante pues, en teoría, nos mostraría a una banda que justo acaba de llegar a ese extraño balance entre lo tremendamente personal y lo digerible por los demás, y está dispuesta a hacer lo que quiera estando en ese lugar. Por otro lado, a diferencia de “Heima”, su otro documental/presentación en vivo, que tenía un estilo más directo y convencional, hay algo tenebroso y bello a la vez en el estilo visual de Inni que lo hace una experiencia que puede valer la pena, mas allá de su valor musical.

La otra razón para asistir es una razón mas pragmática. En la medida que los conciertos se están convirtiendo en una fuente de ingresos más grande para las bandas y músicos, empiezan a cuidar sus inversiones… Situaciones como la de la presentación de Los Campesinos! en 2009 son la excepción antes que la regla, y no resulta descabellado que la proyección de Inni puede ser una especie de estudio de mercadeo por parte de la banda para evitar una situación como la del concierto de Belle & Sebastian el año pasado.

Curiosamente, resultó mas fácil encontrar razones para hacer algo que para no hacerlo. Pegarle una mirada a la proyección de Inni este 12 de noviembre en el espacio Odeón puede ser una buena idea que termine contribuyendo a cosas mas grandes. O sea que sí, es posible que aguante, y mucho.

Mal haría en escuchar siempre el mismo sonsonete. El estante de discos de la casa es testigo de la tolerancia musical y de los giros e incoherencias que enriquecen el gusto musical, basado en la premisa de que la calidad musical se encuentra en la variedad.

De un tiempo para acá el soniquete del rock me parece insuficiente; el góspel y el soul tocaron a mi puerta. Soy afortunado al contar con personas cercanas que lo valoran y lo respiran. Así, programé un par de programas en Radio Campirana y con paciencia y miedo fui tolerando la entrada de ritmos sensuales, movidos y turbios a mi casa.

“Mi sonsonete no tiene espacio en Colombia, acá la gente solo escucha vallenato” dicen todos al unísono. Ahora imagine qué pensará quien guste del soul; por acá ni por las curvas se puede articular esa palabra, y aunque somos un país con bastantes negros, las músicas de estos otros negros llegan a cuentagotas.

Hace un año, justo por estas épocas estaban nacientes estas cuestiones y reseñé un especial concierto y primer acercamiento a los iconos del góspel: los Blind Boys of Alabama, en el marco del Festival de Jazz del Teatro Libre. Un año tiene que transcurrir para tener la oportunidad de quitarme de encima el sonsonete de todos los días y poder experimentar algo un poco más sincero, novedoso (en mi caso) y de mayor calidad.

Bettye LaVette (Michigan, 1946) es un referente del soul norteamericano, sin caer en el pasado, ya que se considera un ícono contemporáneo de la música negra. Aunque se podría decir que en su música se encuentran baladas muy blues, aires góspel y puede rallar en el funk.

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Andrés Correa, uno de los artistas independientes más importantes de Colombia, lanza su disco “Un Lugar”, una sutil mezcla de rock, rop, jazz y música latina, que se amalgama con sus letras cotidianas y extremadamente sencillas.

Sábado 13 de agosto
Fundación Gilberto Alzate Avendaño
Calle 10 Nº 3-16
Bogotá, Colombia
Hora: 7:30 pm
Bono de apoyo: $25.000
CD – DVD Un Lugar: $25.000
Combo preventa: $40.000 (Bono de apoyo + CD – DVD)
Informes: info@barriocolombia.org

Andrés nos compartió sus impresiones de este disco en esta breve entrevista:

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Descarga entrevista

Se dice de manera socarrona que detrás de locutores y personas de radio se esconde un músico que nunca llego a ser, bien por talento, suerte o disciplina. Dentro de ese espectro el melómano tiende a soltar la lengua con facilidad; convencido además de que su colección de discos le otorga una sapiencia, o autoridad, o deber de compartir, o en el peor de los casos a imponer su gusto a los demás.

Por el año 2000 (si la memoria no me falla), el dial del radio-reloj Sony blanco de encima de la nevera de mi casa se paseaba entre la 99.1 y 95.9 del FM; entre “La silla eléctrica” y un programa que tenía Jorge Consuegra en el que semanalmente regalaba pases dobles para asistir a los conciertos de la Filarmónica en la Nacional respondiendo las típicas pregunticas culturales de juego de mesa: ¿Quien escribió La muerte en Venecia?

Por esas épocas de la “Frecuencia joven de la Radiodifusora Nacional de Colombia” nadie se imaginaba que, como la liebre, saltara de la nada un fenómeno tan interesante como Radiónica. De pasar de ser una radio donde se dejaba rodar un disco de Pixies a las siete de la mañana y después uno de 311, se pasó a un formato que, servido de una plataforma tecnológica y acoplado a las redes sociales, recoge un espectro amplio y creciente de escuchas jóvenes ávidos de contenido en la radio bogotana. Las cosas no han cambiado en lo sustancial: del dial parco se pasó a un formato de programa concurso, meloso y plagado de juegos, votaciones y cortinillas; pero el sustrato sigue siendo un grupo de radialistas comprometidos con un gusto musical decente y muy buenas intenciones culturales, lo cual hay que aplaudir.

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MARKY RAMONE DJ. SET
Jueves 19 de mayo, 2011
La puerta Grande
Bogotá, Colombia
$20.000

MARKY RAMONE & MICHALE GRAVES
Viernes 20 mayo
Teatro Las Vegas Nevada
Calle 59 No. 13 – 65
Bogotá, Colombia
Preventa: $80.000 (300 Boletas)
Taquilla: $100.000

Marc Bell seguramente pudo ser un apacible cajero bancario en algún rincón de la Gran Manzana y estar esperando su jubilación en este momento. Lastimosamente para la industria bancaria se hizo baterista y empezó a tocar desde muy joven con diferentes bandas amateur. Su primer salto fue en 1971 en la agrupación rock Dust. Luego de grabar dos discos con ellos fue serio candidato para reemplazar al fallecido Billy Murcia, baterista de origen colombiano en los New York Dolls. En 1974 fue contratado para la banda de Wayne County (quien se convirtió en Jayne County) los Back Street Boys y un tiempo después su amigo Richard Hell, ex miembro de Television y The Heartbreakers, lo reclutó para su banda The Voidoids en la segunda mitad de la década del setenta.

En 1978 vino el hecho más relevante de su carrera, una banda de sonido chatarrudo y vibrantes presentaciones en vivo, que había sido producida por el primo de Bon Jovi, lo contrató entre sus filas para reemplazar a Thomas Erdelyi, y de esta forma el joven de 22 años entró a la familia más famosa del punk rock en la historia: The Ramones. Incluso se le permitió cambiar su nombre, “ahora serás Marky Ramone“, parafraseando a Zé Pequeño en Ciudad De Dios. Siga leyendo »

Mauricio Puerta

No soy supersticioso, pero sostengo esta cuestión: El 2012 predicho por los mayas supondrá el fin de las tiendas de discos del centro de Bogotá. En mi más reciente visita a una de ellas, me encontré a Mauricio Puerta ofuscadísimo porque no tenían un disco de “Pescado Rabioso” que estaba solicitando. En medio de su frustración arengaba con alevosía que “ojalá cayera la profecía del fin de mundo maya sobre esas tiendas” en las que -según el- se sentía una mala energía y poseían un mal aura.

Las ruinas de la esquina de la calle 19 con séptima son el paisaje continuo al centro comercial “Omni 19” donde reposan cajas, toneladas de discos de Pink Floyd en media docena de locales. Es mucha la energía cósmica que se concentra sobre esa manzana, llena de pechos fríos musicales que se quedaron escuchando lo peor de los setentas y noventas y actualmente se sostienen vendiendo chucherías de Interpol y NIN. Un meteorito va a caer sobre ese puñado de tiendas, sólo un par de ópticas se salvarán.

Podría sustentar mi tesis en la tirria producto de algunas malas experiencias: Aquella ocasión en que compré “The Fall” de Nohra Jones y al llegar a casa el disco decía “promocional – prohibida su venta”; o cuando me tocó deletrear PULP (como pulpo pero sin la O) para preguntar por el “This is Hardcore”; o cuando me cobraron el triple por un disquito de lo más corriente de Supergrass dizque porque ese “era americano”. Creo que ni reuniendo la frustración e ira contenida por la cantidad de compradores de discos que como yo -y como Mauricio Puerta- considera un adefesio la forma en que se comercia con la música, se podría contener el juicio de la naturaleza que se avecina.

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Desde la enorme ventana del 1603 se ve y se escucha una Bogotá diferente, apacible y luminosa. En el 1603 el cielo gris de la ciudad pesa menos y se ahoga frente a la calidez de las canciones que allí mismo crean Gabriela Supelano, Bibiana Rojas y Juan Pablo Angarita, reunidos bajo el nombre de Amarillo; un joven trío de folk-pop que prefirió encerrarse a grabar pequeñas canciones antes que dar conciertos.

Sólo una vez pude escuchar a Amarillo. El 11 de diciembre pasado hicieron una presentación fugaz, suficiente para antojar a los que allí estuvimos. La combinación era rara, inédita quizás: guitarra, saxofón, tambora y tres voces dulces que cantaron y calentaron corazones. Folk-pop dulce, alegre, frágil -y tierno si se quiere-, abrazado por el espíritu de Nito Mestre o Art Garfunkel. Al repertorio propio de ocho temas, lo acompañaron un guiño genuino a Gilberto Gil y uno menos afortunado a la española Bebe, pero fueron las canciones de Amarillo las que emocionaron.

Tres de ellas: “Reflejos”, “Luz” y “Canción de arrullo”, componen “1603”, su debut discográfico. Se trata de un maxi-single producido por DJ Pho, que apenas supera los diez minutos y a la postre cumple su cometido: asomar una luz tenue, un sensación de candor que se disipe ligero, provocando en quien escuche, el deseo de volver a dar play una y otra vez, a la espera de un disco largo y lleno de canciones que ahuyenten el miedo, el frío y la soledad.