Desde la enorme ventana del 1603 se ve y se escucha una Bogotá diferente, apacible y luminosa. En el 1603 el cielo gris de la ciudad pesa menos y se ahoga frente a la calidez de las canciones que allí mismo crean Gabriela Supelano, Bibiana Rojas y Juan Pablo Angarita, reunidos bajo el nombre de Amarillo; un joven trío de folk-pop que prefirió encerrarse a grabar pequeñas canciones antes que dar conciertos.
Sólo una vez pude escuchar a Amarillo. El 11 de diciembre pasado hicieron una presentación fugaz, suficiente para antojar a los que allí estuvimos. La combinación era rara, inédita quizás: guitarra, saxofón, tambora y tres voces dulces que cantaron y calentaron corazones. Folk-pop dulce, alegre, frágil -y tierno si se quiere-, abrazado por el espíritu de Nito Mestre o Art Garfunkel. Al repertorio propio de ocho temas, lo acompañaron un guiño genuino a Gilberto Gil y uno menos afortunado a la española Bebe, pero fueron las canciones de Amarillo las que emocionaron.
Tres de ellas: “Reflejos”, “Luz” y “Canción de arrullo”, componen “1603”, su debut discográfico. Se trata de un maxi-single producido por DJ Pho, que apenas supera los diez minutos y a la postre cumple su cometido: asomar una luz tenue, un sensación de candor que se disipe ligero, provocando en quien escuche, el deseo de volver a dar play una y otra vez, a la espera de un disco largo y lleno de canciones que ahuyenten el miedo, el frío y la soledad.
Hay dos tipos de personas en el mundo: las que se han dejado seducir por el contagioso ritmo de “Danza Kuduro” de Don Omar y los que no. Hasta hace unos meses yo era de esas incautas que pensaban que el reguetón era un ritmo del demonio. Fui rápida en juzgar y gracias a la deidad illuminati de Daddy Yankee me he convertido. Desde que dejé entrar el reguetón a mi espíritu, mi calidad de vida mejoró. Soy más suelta en la pista de baile, soy más desinhibida y, sobre todo, he aprendido que el verdadero romance se da cuando un hombre sabe seducir. J Balvin, Ñejo y Dálmata, J Álvarez, todos son machos aguerridos que saben decirle palabras bonitas a sus mujeres. Además, el reguetón me ha vuelto emprendedora. Quiero hacer una empresa de credenciales románticas (sí, de esas que le regalaba a uno el noviecito de primaria con un Garfield dibujado y con mensajes tipo “haces mis días más llevaderos”) con frases de reguetón, con el fin de que haya más soltura a la hora del cortejo. Sin más ni más, 5 temas que prueban que romance se escribe con “R” de reguetón.
5. Mi cama huele a ti -Tito el Babino
Frases de credencial: “Y es que mi cama huele a ti. A tu perfume de miel. A ti”
“Todo mi ser te extraña. Mi cama huele a ti”
“Ay mami”
4. El desafío – Daddy Yankee ft Don Omar
Frases de credencial: “Debajo de esa faldita lo que hay es mio”
Hace un par de semanas vi la película “Heavy Traffic” (Ralph Bakshi), clásico animado de los años setenta, parodia de “El Padrino” donde Angelo “Corleone”, un libidinoso blanquito, se enamora de una voluptuosa mulata; sirve como escenario New York, plagada de gánsters, bares y mucho jazz, también funk y soul. Es una película agresiva, llena de color y con una sorprendente combinación de fotografía y dibujo que termina con un abrazo y una versión funk de Scarborough Fair.
La unión entre cine, dibujo y música es casi que infalible. Con el arte de carátula de los discos ocurre lo mismo que con los accesorios de las señoritas: basta un pequeño detalle para enamorarse, como el “Liquid Skin” de Gomez o el “Kid A” de Radiohead. Desconozco quién realizó el diseño de la carátula del disco “Para siempre” de Bebo y Chucho Valdés, pero los dibujitos de padre e hijo abrazados puede ser buen presagio de lo que puede ser una película ambientada con su música. Con respecto al cine, es un poco más complicado, pero casos como “Las trillizas de Belleville” o el mencionado “Heavy Traffic” permiten aseverar que en la adultez estamos ávidos de las historias dibujadas, bien contadas y con bandas sonoras memorables como la de los Aristogatos (Los gatos jazz) o la sentimental “Yo soy tu amigo fiel” de “Toy Story”.
Chico y Rita es una película estrenada el año pasado, realizada por Fernando Trueba y trazada por Javier Mariscal; apelan no a la agresividad pero sí al romanticismo -que es una agresividad bien enfocada-. Es un guión que a ritmo de bolero y usando los pianos de Bebo Valdés dibuja el amor de una cantante mulata y un talentoso pianista en la Cuba de finales de los años cuarenta; historia equiparable a la de Stevie Ray Vaughan a ritmo de blues, o Joe Arroyo a compás de “Noche de arreboles”.
Según lo visto en el tráiler y los bocetos, la película resulta ser una apuesta a la arquitectura, al dibujo, y al jazz. Es como apostarle al Barcelona (club de fútbol muy exitoso). No puede ser un fiasco la música de Dizzy Gillespie, Charlie Parker, Tito Puente y el piano de Bebo Valdés. Tampoco lo puede ser un despliegue de añoranzas de diseño, de club cubano con radio, de acetatos y revolución; así como Broadway, New York con juegos arquitectónicos, Ford Thunderbirds y clubes de jazz.
Finalmente un comentario para lo más resaltable, eje y receptor del homenaje de esta película: Bebo Valdés, quien ya con 92 años representa lo que alguna vez fue un estilo de composición e interpretación pianística del Caribe. A pesar de haber estado en el extranjero por tres décadas y no tener mayores ambiciones con la música absoluta, hay que resaltar que encontró en el jazz la forma de escudarse de las pretensiones compositivas de muchos contemporáneos y desarrolló un sonido que se reconoce en cualquier parte y puede pasar como técnico, rico y serio en una sala de conciertos, o libre, colorido y sentimental en una barra de un bar de la Habana.
Cuestión Harto Cuestionable: Se incremento en un 40% el precio (con descuento) para la boletería del ciclo de conciertos de la sala del Banco de la Republica. ¿Así de mal estamos de banco?
Por Chímeni Lucas • Feb 9th, 2011 • Categoria: Chimenez y la música • Comments Off on CDCblog: Chimenez y la música – Perro ladrador, guapo y cantautor
Suelo pensar que un cantante no debe estar sonriendo en el escenario, no es necesario salir guapo. Yo pienso que cuanta más fealdad le provoquen sus sentimientos al cantar, más hermoso es el resultado y más credibilidad le otorga. Así como dicen que el amor no existe y que vivimos en una infidelidad interrumpida por periodos de querencia y compromiso, puede pasar lo mismo con la felicidad y la tristeza, o eso creo. Porque la felicidad casi no permite una expresión artística, nos hace, más bien, alcanzar un permiso para regalar muestras humanas de afecto y arrebatos pasajeros de tranquilidad y cariño, pero poca capacidad para representarlas con arte. Cuando el amor y la felicidad se vuelven insufribles, dolorosos sentimientos que nos separan de la serenidad; todo explota y el talento emerge más feliz y con más amor que nunca.
Micah Paul Hinson, es un joven adulto, tiene 29 años, que ladra canciones y al que su sufrimiento le ha dado la posibilidad de llegar al conocimiento del alma con bastante precocidad.
Vivió como niño bien, como vagabundo, como delincuente y ahora vive como un aventajado músico, cansado de las drogas y de desperdiciar su tiempo.
Aún recuerdo la noche del 28 de abril de 2008 cuando Charlyn Marie “Chan” Marshall, después de un concierto demoledor, empezó a lanzar flores a un público que, embelesado, caía enamorado. Era por una noche la novia de la juventud en Bogotá. Me sentí huérfano. Íconos como Cat Power escasean por estas tierras: figura hermosa, voz potente y desgarradora que canta cositas de amor y cosas de desamor y uno que otro tema blues que brota de las entrañas.
Durante mucho tiempo la única “novia” que seducía mi juventud musical era Ana Gabriel -en especial los sábados por las mañanas-. No tendrá el mismo porte, pero sí fuerza interpretativa y calidad musical, y -aunque discutible- temas como “Pecado original” y “Mar y Arena” tienen un aire bastante rocanrolero. En los tiempos de ahora, aquellas solistas por las cuales las masas se dejaban enamorar: Claudia de Colombia, Vicky, Emilce y Mariluz han desaparecido y el último conato idílico fue Shakira con sus dos primeros álbumes. De ahí para acá todo se reduce a frustraciones y desengaños.
Falto del amor local hay que optar por las mozuelas extranjeras que hay por cantidad y calidad. Chicas altas, delgadas, de facciones delicadas, con poco maquillaje y cuello largo, ajenas a la figuración mediática, con guitarra terciada y voz fina, lanzan canciones gustadoras. Hablo de Karen Elson, Natalie Merchant, Charlotte Gainsbourg, Alina Orlova, Shara Worden (My Brightest Diamond), Leslie Feist, entre otras. Siga leyendo »
Este es el segundo año en el que la Fundación Gilberto Alzate Avendaño se la juega con el Festival Centro, un evento musical que quiere activar (¿reactivar?) el centro de Bogotá como un punto clave para la escena musical joven.
Durante los cinco días del festival, la oferta de bandas locales y extranjeras es variada. La cosa pinta bien y tiene bastante futuro, a menos que llegue alguien a pegoteárselo, lo dejen untar de decisiones políticas o lo dejen estancar en lo trillado, al mejor estilo Rock al Parque.
Cortesía de la Casa hace esta lista de lo que considera chévere, lo anti-chévere y otras cosas con las que no hemos podido definirnos con respecto a este festival, que toma fuerza en la ciudad.
Lo chévere.
Javiera Mena: Javierita tiene un aire de cheveridad y buena onda que es mil veces su estatura. No importa tanto que su disco haya estado en los primeros lugares de cuanta lista de rock alternativo latino existente en la red.
Lucrecia Dalt: Pensamos por un momento que su nuevo nombre era por el señor Dalt, pero realmente es “subir” en catalán. Después de 3 años de vivir en Barcelona vuelve a Colombia y ojalá sea muy, muy ruidosa. (Cómprenle el disco Congost, está bueno).
A continuación el top 13 de mis canciones favoritas de este 2010. Un brevísimo comentario complementa los videos respectivos para que el lector tenga la oportunidad de escuchar y encontrar, quizás, lo que yo encontré en ellas.
1. Hombre de ninguna parte – Xoel López
La Caravana Americana resume los principios éticos y estéticos de Xoel López e invita a adoptar el caravanismo como estilo de vida.
2. Gotta get that feelin’ – Bruce Springsteen
Un poquito de Orbison, un poquito de Spector, trompetas redentoras y toda la voz de Springsteen en una canción archivada por puro capricho.
3. You’re not alone – Mavis Staples
La distancia entre ‘Jesus etc.’ y esta canción es la voz de Mavis Staples. Pero en el fondo, es el mismo corazón, el de Jeff Tweedy reavivando la esperanza.
4. Y respirar – Pala
De lejos, la mejor canción de ‘Yo y ya’, el disco reciente del cantautor colombiano que domina con maestría a las palabras. Ahí está el mejor Pala: irónico e insinuante, libre de ataduras, proselitismos y creencias.
5. Good enough – Tom Petty & the Heartbreakers
Me gusta pensar que cuando Jimmy Page escuchó esta canción por primera vez dio por terminada su idea de echar a volar su viejo dirigible y llamó al bajista para contárselo.
Aparentemente 2010 fue un año malo para los discos. Mientras el año pasado para el post de los mejores diez álbumes tuve que partir de una lista corta de más de 60, en esta oportunidad tuve problemas para listar 20 trabajos rescatables.
Este bien podría ser el mejor disco de 2010. Igual no nos importa.
¿Me estoy volviendo más exigente? No creo. Simplemente estoy perdiendo conexión con las tendencias y los “fenómenos” musicales. Si siguen ahí, si han estado pendientes de los podcasts, o los mixtapes, o los mp3 que colgábamos cada día, o si eventualmente apagaron Radiónica, es probable que estemos en el mismo bote.
Desde hace rato dejé de cuestionarme “lo bueno” y “lo malo”. Desde hace rato pongo lo que me suena bien, las pocas cosas que adquieren significado para mi.
Estos son los discos que más me gustaron en 2010. Aquellos que aún me hacen temblar las tripas y me erizan los pelos del brazo.
Los invito a que dejemos a un lado la mentalidad de listados, encuestas, ventas, etc. y compartamos nuestros álbumes favoritos del año, sin temor a prejuicios y burlas, sino con el ánimo de hacer crecer el conocimiento colectivo que buscamos en este proyecto llamado Cortesía de la Casa.
Estos definitivamente no son los mejores discos del año.
* Las anotaciones que hago de cada álbum son vagas y pendejas, pero sinceras. No busco sorprender ni impresionar a nadie. Comenten lo que les dé la gana.
Lo de siempre: finaliza el año y todos los aficionados a la música -popular y no popular- escarban en su memoria para comprobar si los discos y las canciones que creyeron iban a estar entre lo mejor, en efecto, resultaron siendo grandiosos, o, por lo contrario, se quedaron al margen de ese deseo irrefrenable de dar play para volver a escuchar ese bendito disco o aquella extraña canción. Sobra decir que las listas siempre están armadas desde la exclusiva subjetividad del aficionado, por lo tanto, deberían ser consideradas algo insignificante, teniendo en cuenta que el disfrute de la música es personal e intransferible, por no decir onanista.
Dicho esto, lo que ve, es lo que hay:
Mis 13 discos favoritos de 2010:
1. Tulsa – Espera la pálida: Recibí el disco en enero y se me reveló como lo mejor que escucharía en todo el 2010 pese a los once meses que aún restaban para que la música me sorprendiera, y sí que lo hizo, pero no con la magnitud de las once canciones de ‘Espera la pálida’. Si en su primer álbum (Sólo me has rozado-2007) la española Miren Iza (alias Tulsa) sangraba con ternura, en este, la sensación es de una profunda derrota que se mitiga con su dulce voz, la instrumentación de una banda precisa (con Charlie Bautista en los teclados) que funciona como anestésico y la ironía como su mejor arma de defensa. Lo de Tulsa es rocanrol para lamer las heridas y esperar al lado de la carretera a que amaine el temporal.
2. Mavis Staples – You are not alone: Cómo resistirse a la combinación mortal de la voz de Mavis Staples y la producción de Jeff Tweedy. Un disco para creer en la redención del alma a través de la música. Gospel en todo el sentido de la palabra. A través de ‘You’re not alone’ la fe se hace tangible y terrenal. La prueba: las trece canciones de un álbum imposible, pero sobre todo, la voz de Mavis Staples, heredera de la tradición de su padre y de una historia que ella misma ha escrito desde los años cincuenta; la de la resistencia, la piedad, la esperanza y la emancipación de un pueblo, de una raza y de una especie. Un repertorio que va desde Randy Newman, pasando por Allen Toussaint hasta John Fogerty tamizado por el filtro sonoro de Wilco y dos canciones escritas por Tweedy que parece tuvieran cien años. Música, el verdadero nombre de dios.
3. Bruce Springsteen – The Promise: El lado “luminoso” del inmarcesible ‘Darkness on the edge of town’. Si aquel disco de 1978 apagaba el faro de ‘Born to run’, las 23 canciones radiantes de ‘The promise’ confirman que su creador estaba decidido a jugársela con un álbum con la amargura como protagonista, y se convierten en testigos excepcionales del pulso creativo que por entonces Springsteen le ganaba a la mala fortuna y a los despachos judiciales. Sin poder salir de gira, el “Boss” y su E Street band se dedicaron a componer y grabar hasta dar con el mejor disco de su carrera. Lo que quedó guardado por fin vio la luz este año para delicia de sus seguidores que aún se preguntan por qué espero tanto tiempo para que esto sucediera. Con corazón y muro de sonido, Bruce Springsteen abre las puertas de la tierra prometida.
Por Umberto Pérez • Dec 16th, 2010 • Categoria: CDCstaff • Comments Off on CDCblog: Julio de la Rosa en Bogotá
Julio de la Rosa. Foto por Andrés Wolf
Miércoles 17 noviembre de 2010 Centro Cultural Julio Mario Santodomingo
Bogotá
En el escenario del Teatro Estudio -ubicado al norte más norte de Bogotá- hay una Gibson Epiphone, un par de pedales, un piano de cola y un órgano Hammond iluminados por una tenue luz amarilla. Son las ocho de la noche y mientras la ciudad se encuentra atascada e inundada, literalmente, algunos le hacemos frente al invierno con el deseo de escuchar por primera vez a Julio de la Rosa en vivo.
Un elegante De la Rosa hace presencia en el escenario en calcetines, se tercia la guitarra, respira hondo e introduce las primeras notas de una dolorosa y lenta versión de “De no verte”; en seguida presenta a su compañero de ruta, el pianista Abraham Boba -tan elegante como él- para que lo acompañe en adelante. La irónica y nostálgica “Uno” da paso a “Las camareras” y “Hasta que te hartes”, dos piezas destacadas de su más reciente álbum “La herida universal”.
Abraham Boba. Foto por Andrés Wolf
En apenas cuatro temas, Julio de la Rosa ya había demostrado a los bogotanos de qué fibras está hecho y cuáles son sus principales intereses en la canción. En el aire ya rondaba el espíritu del amor amargo, el “sexo triste” y la desvergüenza. Una versión poco o nada “latinizada” de “Braile” -comparada con la que se encuentra en M.O.S.- dio paso a una interpretación completamente acústica de “Caradura”, en ella De la Rosa caminó por las gradas del teatro con la guitarra desenchufada mientras silbaba para reemplazar el acordeón, de la mano del acompañamiento melódico y los coros de Abraham Boba frente al piano, delatando hermandad y una telepatía perfectamente engrasada que se genera entre los dos músicos cada vez que van solos de gira.
A partir de ese gran truco acústico el público se entregó de lleno a un show que fue creciendo en intensidad moldeada por De la Rosa. Luego de la mordaz “Otro de sus juegos”, recordó a El Hombre Burbuja con una hiriente y primal versión de “Sobras” tan afilada que cortaba el frío de la ciudad. El aire y el alma regresaron al cuerpo de los presentes gracias a esa declaración de principios que podría ser “El traje”; una sentida y desparpajada interpretación “La cama” dio fin a la primera parte del concierto.