Cortesía de la Casa

Dënver en Bogotá:
Jueves 13 de Octubre
9:30 PM
La Puerta Grande (Cra. 12 #93-64)
$20.000

Dënver en Medellín:
Sábado 15 de octubre
6:00 PM
Teatro Lido (Cra. 48 #54 – 20)
Entrada libre.

Remate de Dënver (en Medellín):
(con Neoplatonics, Panorama y Fede Franco)
9:00 PM
Vanilla (Cra. 34 #8A–37)
$15000

La banda chilena Dënver llega por primera vez a Colombia y estará tocando en Bogotá el  13 de octubre y en Medellín el 14 de octubre de 2011.

Dënver es un dúo compuesto por Milton Mahan y Mariana Montenegro y aunque son de la ciudad de San Felipe, se encuentran actualmente radicados en Santiago.

Su último disco “Música, Gramática, Gimnasia” (2010) se publicó con el sello chileno Cazador, del cual también hacen parte bandas como Protistas y TV Gamma.

Antes de su llegada, en Cortesía de la Casa hemos decidido hacerle unas cuantas preguntas mientras nos preparamos para su concierto.

¿Qué nos pueden contar sobre esta pequeña gira que pasa ahora por Bogotá y Medellín?

Contactaron a nuestro manager un par de productores y nada, nosotros felices de poder ir por primera vez para allá a mostrar nuestro trabajo, y siempre hay muchas expectativas con que pasará en cada nuevo lugar, así que acá estamos con hartas ansias para ver qué pasa.

¿Tocarán en Colombia con su formato de cuatro músicos o sólo ustedes dos?

Por esta vez vamos en formato dúo, más electropop, un formato que hemos ya probado mucho y es muy bueno porque se genera una cosa muy íntima entre el público y nosotros.
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Vuelve Charles King a Bogotá y en Cortesía de la Casa estamos que vacilamos efectivamente con la música de este “palenquero fino”, leyenda viva de la champeta y famoso en estas frías tierras del interior por su éxito “El Chocho”.

“Jueves champetúo” con
Charles King “el palenquero fino”
Richard Blair DJ Set
Jueves 6 de Octubre de 2011
La Puerta Grande
Kra. 12 #93-64
Bogotá
$15000

Este champetúo caballero anda haciendo bailar a su querida Cartagena, ciudad donde ha desarrollado gran parte de su carrera musical, y a todo el Caribe colombiano y venezolano desde los años ’80 a través de los poderosos bafles de esos monstruos del sonido llamados picós, esos sound-system criollos o emisoras callejeras que son toda una declaración de “quién manda a quién” frente a las grandes cadenas radiales; ellos son los que pegan los éxitos. ¡Aprendamos!

Cachacos champetúos también le tocó ver al señor King después de esa explosión de la champeta de  comienzos de los 2000, que se apagó un poco a nivel radial comercial, pero que sigue ahí firme entre los verdaderos amantes de la música.

Pareciera que Charles King se estuviera preparando para asuntos grandes, ahora trabajando con el productor Richard Blair (Sidestepper) y acompañado por su más reciente banda de soporte “Los Inteligentes”, con quienes se presenta durante estas fechas en Bogotá.

Preparémonos entonces con cinco movidas canciones, entre las que destacamos “El bicarbonato”, un hilarante relato de un hombre que sale a comprar sobres de bicarbonato y de vuelta a su casa lo detiene la policía para una requisa.  Adivinen qué piensan sobre el polvoroso contenido de los sobres.

El chocho: Un clásico.

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Así de sencillo. Warpaint. Pintura de guerra, de batalla. En fin, hay que estar de combate en la manigüa para no saber que estas chinas se presentan el próximo 1ro de Octubre en Bogotá.

¿Se encontraba usted perdido(a) en acción y no conoce a estas cuatro angelinas? (porque vienen de Los Ángeles, según entiendo)

No se angustie, pues entendemos que a lo mejor no paró muchas bolas cuando las presentamos como uno de los proyectos más prometedores del festival SXSW 2010, así que hoy  le traemos una muestra de su música para que se vaya animando.

No dude en asistir; Warpaint fue de las bandas que más llamó nuestra atención durante ese evento (entre casi 2000 “conjuntos” musicales) y sería una verdadera lástima no verles durante su visita a Bogotá.

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Dicen las estadísticas que el 60% de la información contenida en notas de blogs es incierta e inútil y que el 40% restante es parcializada y potencialmente polarizante. Reseñas de discos, comentarios a conciertos, “descubrimiento” de nuevas bandas, mixtapes, checklists, podcast y toda variedad de contenido tiene en común la pretenciosa autoridad y orgullo de quien se ocupa de publicar y de la inoperancia social de la gran mayoría de información.

Una amiga que estudia francés en un reconocido instituto de la capital me dijo que un término afrancesado para tal fenómeno puede ser: Les écrits de la saleté y de paso no sé si de forma retadora o en burla me dijo: ¿Por qué no escribes una cuestión acerca de Le Prince Miiaou que viene la próxima semana? ¡Claro que lo reseño! No tengo ni idea de qué es, nunca lo he escuchado, probablemente no lo voy a escuchar; además estoy seguro de que dicha banda no tendrá ninguna relevancia en el corto, mediano o largo plazo en la historia de la música, por lo tanto cualquier comentario es oportuno.

No estoy en desacuerdo con que se publique y se llenen contenidos enteros de basura. Al contrario: frente a mayor desinformación más mérito y valoración tienen las pequeñas perlas con las que se puede uno topar en el camino. Además resulta divertido y anecdótico el ejercicio de dar juicio público acerca de algo puramente estético, por ejemplo: se escribió en una reconocida revista de la época acerca de Tom Verlaine -vocalista de “Television”- que su voz parecía el gemido de un gato ahorcado y que el Marquee Moon era un disco para olvidar, que no tendría la mínima trascendencia; lo mismo se ha visto escrito acerca de The Mills o Galy Galeano, entre otros.

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Mal haría en escuchar siempre el mismo sonsonete. El estante de discos de la casa es testigo de la tolerancia musical y de los giros e incoherencias que enriquecen el gusto musical, basado en la premisa de que la calidad musical se encuentra en la variedad.

De un tiempo para acá el soniquete del rock me parece insuficiente; el góspel y el soul tocaron a mi puerta. Soy afortunado al contar con personas cercanas que lo valoran y lo respiran. Así, programé un par de programas en Radio Campirana y con paciencia y miedo fui tolerando la entrada de ritmos sensuales, movidos y turbios a mi casa.

“Mi sonsonete no tiene espacio en Colombia, acá la gente solo escucha vallenato” dicen todos al unísono. Ahora imagine qué pensará quien guste del soul; por acá ni por las curvas se puede articular esa palabra, y aunque somos un país con bastantes negros, las músicas de estos otros negros llegan a cuentagotas.

Hace un año, justo por estas épocas estaban nacientes estas cuestiones y reseñé un especial concierto y primer acercamiento a los iconos del góspel: los Blind Boys of Alabama, en el marco del Festival de Jazz del Teatro Libre. Un año tiene que transcurrir para tener la oportunidad de quitarme de encima el sonsonete de todos los días y poder experimentar algo un poco más sincero, novedoso (en mi caso) y de mayor calidad.

Bettye LaVette (Michigan, 1946) es un referente del soul norteamericano, sin caer en el pasado, ya que se considera un ícono contemporáneo de la música negra. Aunque se podría decir que en su música se encuentran baladas muy blues, aires góspel y puede rallar en el funk.

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Se dice de manera socarrona que detrás de locutores y personas de radio se esconde un músico que nunca llego a ser, bien por talento, suerte o disciplina. Dentro de ese espectro el melómano tiende a soltar la lengua con facilidad; convencido además de que su colección de discos le otorga una sapiencia, o autoridad, o deber de compartir, o en el peor de los casos a imponer su gusto a los demás.

Por el año 2000 (si la memoria no me falla), el dial del radio-reloj Sony blanco de encima de la nevera de mi casa se paseaba entre la 99.1 y 95.9 del FM; entre “La silla eléctrica” y un programa que tenía Jorge Consuegra en el que semanalmente regalaba pases dobles para asistir a los conciertos de la Filarmónica en la Nacional respondiendo las típicas pregunticas culturales de juego de mesa: ¿Quien escribió La muerte en Venecia?

Por esas épocas de la “Frecuencia joven de la Radiodifusora Nacional de Colombia” nadie se imaginaba que, como la liebre, saltara de la nada un fenómeno tan interesante como Radiónica. De pasar de ser una radio donde se dejaba rodar un disco de Pixies a las siete de la mañana y después uno de 311, se pasó a un formato que, servido de una plataforma tecnológica y acoplado a las redes sociales, recoge un espectro amplio y creciente de escuchas jóvenes ávidos de contenido en la radio bogotana. Las cosas no han cambiado en lo sustancial: del dial parco se pasó a un formato de programa concurso, meloso y plagado de juegos, votaciones y cortinillas; pero el sustrato sigue siendo un grupo de radialistas comprometidos con un gusto musical decente y muy buenas intenciones culturales, lo cual hay que aplaudir.

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Hace cien años, por estas fechas, se esculpía la lápida con el nombre: Gustav Mahler (1860-1911). No tenía epitafio, ya que una vez desahuciado a causa de una enfermedad cardiaca por el doctor Emanuel Libman (endocarditis de Libman-Sachs), el mismo compositor se encargó de evitar frases sin sentido en la lápida, ya que según él “Los que me conocen saben quién fui y los demás no necesitan saberlo”.

Él tenía razón: como se puede andar por la calle sin saber quién es Christa Päffgen o Julio Bovea Fandiño se puede andar por la calle sin saber nada de Mahler; pero la sensación de plenitud que sienten quienes lo conocen es incomparable, es un referente de excelencia.

Su música no es sobrecogedora ni amable, de hecho resulta difícil escucharla, por la longitud de sus obras y porque exige no solo concentración sino una postura frente a la variedad de matices sonoros y estados anímicos que ofrece. Quien escucha no solo se sumerge en la profundidad temática y literaria sino que se eleva a razón de los estrépitos orquestales.

La sinfonía es la forma musical que más se presta para el desarrollo emotivo de la música absoluta ,ya que sin ser programática, -es decir, sin referirse a un tema definido como una canción o un poema sino valiéndose solo de la música- logra imprimir sensaciones como venganza, amor, alegría y color, entre muchas otras. Es en la sinfonía donde Mahler consolida su estilo de composición, que es sin duda un punto de quiebre entre el romanticismo y las vanguardias influyendo a muchos compositores como Wagner, Shostakovich y Bártok.

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MARKY RAMONE DJ. SET
Jueves 19 de mayo, 2011
La puerta Grande
Bogotá, Colombia
$20.000

MARKY RAMONE & MICHALE GRAVES
Viernes 20 mayo
Teatro Las Vegas Nevada
Calle 59 No. 13 – 65
Bogotá, Colombia
Preventa: $80.000 (300 Boletas)
Taquilla: $100.000

Marc Bell seguramente pudo ser un apacible cajero bancario en algún rincón de la Gran Manzana y estar esperando su jubilación en este momento. Lastimosamente para la industria bancaria se hizo baterista y empezó a tocar desde muy joven con diferentes bandas amateur. Su primer salto fue en 1971 en la agrupación rock Dust. Luego de grabar dos discos con ellos fue serio candidato para reemplazar al fallecido Billy Murcia, baterista de origen colombiano en los New York Dolls. En 1974 fue contratado para la banda de Wayne County (quien se convirtió en Jayne County) los Back Street Boys y un tiempo después su amigo Richard Hell, ex miembro de Television y The Heartbreakers, lo reclutó para su banda The Voidoids en la segunda mitad de la década del setenta.

En 1978 vino el hecho más relevante de su carrera, una banda de sonido chatarrudo y vibrantes presentaciones en vivo, que había sido producida por el primo de Bon Jovi, lo contrató entre sus filas para reemplazar a Thomas Erdelyi, y de esta forma el joven de 22 años entró a la familia más famosa del punk rock en la historia: The Ramones. Incluso se le permitió cambiar su nombre, “ahora serás Marky Ramone“, parafraseando a Zé Pequeño en Ciudad De Dios. Siga leyendo »

Mauricio Puerta

No soy supersticioso, pero sostengo esta cuestión: El 2012 predicho por los mayas supondrá el fin de las tiendas de discos del centro de Bogotá. En mi más reciente visita a una de ellas, me encontré a Mauricio Puerta ofuscadísimo porque no tenían un disco de “Pescado Rabioso” que estaba solicitando. En medio de su frustración arengaba con alevosía que “ojalá cayera la profecía del fin de mundo maya sobre esas tiendas” en las que -según el- se sentía una mala energía y poseían un mal aura.

Las ruinas de la esquina de la calle 19 con séptima son el paisaje continuo al centro comercial “Omni 19” donde reposan cajas, toneladas de discos de Pink Floyd en media docena de locales. Es mucha la energía cósmica que se concentra sobre esa manzana, llena de pechos fríos musicales que se quedaron escuchando lo peor de los setentas y noventas y actualmente se sostienen vendiendo chucherías de Interpol y NIN. Un meteorito va a caer sobre ese puñado de tiendas, sólo un par de ópticas se salvarán.

Podría sustentar mi tesis en la tirria producto de algunas malas experiencias: Aquella ocasión en que compré “The Fall” de Nohra Jones y al llegar a casa el disco decía “promocional – prohibida su venta”; o cuando me tocó deletrear PULP (como pulpo pero sin la O) para preguntar por el “This is Hardcore”; o cuando me cobraron el triple por un disquito de lo más corriente de Supergrass dizque porque ese “era americano”. Creo que ni reuniendo la frustración e ira contenida por la cantidad de compradores de discos que como yo -y como Mauricio Puerta- considera un adefesio la forma en que se comercia con la música, se podría contener el juicio de la naturaleza que se avecina.

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Antes de entrar en materia me gustaría disculparme con mis lectores y lectoras por mi ausencia. Después de enloquecerme con los galanes y las galanas de la música, entré en un espiral de fanatismo hacia Perales que me llevó a una terrible adicción a comer bolas de naftalina que casi arruina mi vida. Entré en un centro de rehabilitación para enamoradas de cantantes de los setenta y mi vida dio un giro de 145º. He aprendido a ver el lado positivo de las cosas. Cada vez que el manto de la tristeza me cobija acudo a las enseñanzas de este lugar mágico y me dejo abrazar por el optimismo. Jorge Duque Linares es mi segundo padre. Por esta razón, y sin más preámbulos, quiero compartir con ustedes 5 canciones para ver que la vida es color de rosa o, como lo dice uno de los temas del top, color esperanza.

5. Las avispas – Juan Luis Guerra

Si se tiene un dios admirado en los cielos y el amor de su espíritu santo entonces no hay necesidad alguna de querer hacer burbujas de amor en los órganos reproductivos.  Este hermoso tema de merengue, que sirve para bailar bien apambichao con la traga, nos deja un mensaje muy hermoso y es que el que está con el señor siempre tendrá las de ganar. El señor dará victoria, el señor dará la luz y, si llega a fallar en las anteriores, el señor mandará un enjambre de avispas asesinas para que acaben con los enemigos.  Estas avispas picarán en la cara al villano y lo deformarán y también en los pies para que no pueda bailar al ritmo de esta sabrosura. Este tema definitivamente me renueva las ganas de vivir.

4. Con la gente que me gusta – A dos velas

Con la gente que me gusta hago videos de canciones motivacionales en el moviemaker y les pongo fotos de Alpes suizos y letra elegante. Me gusta la gente que cuando saluda aprieta la mano con fuerza y sin duda porque, francamente, la gente que no tiene un buen apretón de manos evidencia que es gente desmotivada, gente negativa, amante de la música metálica y satanista. Me gusta la gente que cuando me habla escupe y hace como si no hubiera pasado nada. Me gusta, ante todo, la gente sin dobleces porque francamente los gordos y sus plieges me desagradan. Con la gente que me gusta canto este tema entrañable de A dos velas frente a una fogata y compartiendo el delicioso olor de un masato bien fermentado. ¡Salud!

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